¿Qué significan las sensibilidades a alimentos?
El término sensibilidad alimentaria no es nuevo, en 1978, Ellis y Linaker, utilizaron por primera vez el término “sensibilidad al gluten no celíaca” (SGNC) al documentar el primer caso en el que se eliminaron alimentos con gluten mejorando el malestar intestinal del individuo (Sánchez & Verdú, 2019), sin embargo, es un término bastante desconocido, a diferencia de “alergia” e “intolerancia” los cuales son ampliamente utilizados de forma indiscriminada resultado de un autodiagnóstico. Las sensibilidades alimentarias incluyen síntomas digestivos y no digestivos como cansancio, dolor de cabeza, dolor en articulaciones y confusión mental. A continuación, se hablará en detalle sobre la sensibilidad alimentaria.
¿Qué es sensibilidad alimentaria?
Es un tipo de reacción adversa alimentaria caracterizada por desencadenar una respuesta del sistema inmune que se produce por el contacto con un alimento que es detectado como dañino, a partir de que es percibido comienza una reacción en la que se liberan sustancias mediadoras de la inflamación (histamina, interleucinas), provoca una leve inflamación crónica que puede manifestarse en síntomas muy variados como dolores musculares, dolor de cabeza, cansancio, confusión mental, alteraciones del sueño y de la piel, entre otros; es decir que las sustancias mediadoras de la inflamación afectan diferentes órganos y sistemas (Cáceres, 2019). Aunado a los síntomas anteriormente mencionados, se suman síntomas digestivos como dolor abdominal, diarrea, estreñimiento y distensión abdominal; en conjunto son síntomas que resultan molestos, pero que no son mortales como una alergia alimentaria. Los síntomas presentados en una sensibilidad alimentaria son similares con aquellos presentados en una intolerancia alimentaria, la diferencia es que la sensibilidad se da por una reacción anormal del sistema inmune y la intolerancia es una malabsorción de nutrientes específicos. Se sabe que los alimentos que causan con más frecuencia sensibilidad son leche, trigo y huevo.
No existen datos epidemiológicos en general, sin embargo, se sabe que hasta el 0,6 - 6% de la población de Estados Unidos padecen de sensibilidad al gluten o al trigo no celíaca y se espera que se realicen un estudio epidemiológico de prevalencia con parámetros más estrictos, en esta investigación se determinará el tamaño de la población que presenta o presentó una sensibilidad alimentaria en un momento determinado (Sánchez & Verdú, 2019).
¿Qué factores contribuyen al padecimiento de una sensibilidad alimentaria?
Disbiosis intestinal. Se trata del desequilibrio de la microbiota intestinal, recordemos que la misma es el conjunto de microorganismos que habitan el intestino, pueden ser microorganismos tanto bacterianos como virales no patogénicos, estos junto a las barreras naturales de nuestro organismo y el sistema inmunológico protegen nuestro intestino de la colonización y proliferación de microorganismos patógenos. Sin embargo, no solo evitan la invasión de microorganismos dañinos, sino que también tienen un papel importante en el metabolismo de alimentos, fármacos y aditivos de alimentos; convirtiéndolos en energía, nutrientes y aminoácidos. Incluso se ha encontrado que la microbiota intestinal impacta en las funciones cognitivas y la personalidad a través de la reprogramación del hipotálamo, mediante una vía que se activa en respuesta a una infección o estrés fisiológico. Es por esto que es necesario mantener un equilibrio de la microbiota intestinal desde las primeras etapas de nuestra vida. Existen factores que alteran la microbiota ocasionando disbiosis intestinal (Arce-Hernández, 2020):
La dieta. Una dieta rica en sulfatos y sulfitos (huevos, lácteos, carne, pescado) favorecen el crecimiento de microorganismos patógenos, una ingesta elevada de proteína (huevos, lácteos, carne, pescado) aumenta la producción de metabolitos dañinos para los microorganismos al haber una pequeña porción proteica que pudo escaparse de ser digerida y llegar al colon donde es fermentada por la microflora, una dieta alta en carbohidratos (tubérculos, cereales, frutas) y azúcares refinados (pan blanco, pastas, repostería) promueven una mayor fermentación bacteriana y concentración de ácidos biliares secundarios favoreciendo el crecimiento de aquellos microorganismos que son capaces de procesarlo.
El uso de antibióticos por motivos médicos, además de su uso en la producción de los sectores agropecuarios, afectan de manera rápida la composición de la microbiota al reducir la cantidad de bacterias se favorece el crecimiento de hongos y bacterias patógenas resistentes a antibióticos, estos genes de resistencia pueden ser posteriormente copiados por otras bacterias mediante la recombinación homóloga, en la que dos bacterias, una dadora y otra receptora, intercambian información genética.
El estrés. Se han hecho estudios en donde se ha observado que el estrés altera el equilibrio de la microbiota al reducir la producción de mucina y la existencia de mucopolisacáridos ácidos, cuyo papel es evitar la colonización de patógenos al inhibir su adherencia a la mucosa intestinal, otro ejemplo es la reducción de nuestra barrera de defensa contra patógenos, la cual está mediada por la inmunoglobulina A (IgA) que durante periodos de estrés ocurre una disminución de su producción y secreción.
Aumento de la permeabilidad intestinal. El tracto digestivo es una barrera protectora que evita la entrada al torrente sanguíneo de moléculas grandes que no fueron digeridas y que podrían dañar a nuestro organismo, esto es posible, ya que está formada por pequeños agujeros (Healing, 2019). Esta pared del intestino delgado tiene una sola capa protectora de la mucosa intestinal que la protege un moco compuesto por los microorganismos que componen la microbiota y por inmunoglobulinas A. La barrera intestinal no es una estructura estática, sino que su estado puede ser regulado por estímulos fisiológicos, por medicamentos, infecciones e incluso por el estrés. El aumento de la permeabilidad afecta a la homeostasis intestinal e incrementa respuestas inmunes exageradas que están encargadas de la inflamación (Salvo Romero et al., 2015).
Marcadores biológicos
Actualmente aún persiste la búsqueda de marcadores biológicos o biomarcadores que permitan un diagnóstico más rápido de este padecimiento. Lo primero es recordar qué son los biomarcadores: es una molécula que a través de su medición toma un papel como indicador de un estado biológico y de esta forma saber si se encuentra en un estado normal o no.
La inmunoglobulina G posee un papel importante en la regulación de la respuesta inmune normal del cuerpo. La formación de complejos específicos de IgG-alimento-antígeno producen la activación del sistema complementario (se encarga de defender al organismo de infecciones) y la migración fagocítica (los fagocitos son células que estimulan la respuesta inmune y también puede rodear y destruir material extraño) degradando el complejo inmunológico (un anticuerpo unido a un antígeno: IgG-alimento-antígeno). Cuando el complejo inmunitario se forma el sistema inmunológico se activa y se observa la producción de citocinas proinflamatorias (IL-1, IL-6 y TNF-α), enzimas proteolíticas (ayudan a digerir los alimentos) y radicales libres, causantes de dañar el tejido adyacente (Karakuła-Juchnowicz et al., 2016). Como se mencionó anteriormente, la discontinuidad de la barrera intestinal que resulta en niveles elevados de citocinas proinflamatorias se ha informado en pacientes con depresión.
Los anticuerpos IgG se han visto relacionados con múltiples antígenos asociados con el padecimiento de migrañas, en un estudio en el que 21 pacientes que padecían de migrañas se les realizó una prueba en la que se buscaba identificar una respuesta de los anticuerpos IgG a 270 antígenos presentes en alimentos, para después llevar a cabo una dieta de eliminación que tuvo resultados favorables, ya que contribuyó a la reducción del dolor, período de duración y en la frecuencia de presentar estos ataques (Aydinlar et al., 2012).
Existen cuatro subclases del anticuerpo IgG, siendo el de subclase 4 (IgG4) del que se conoce menos, esto podría ser debido a la falta de correlación funcional en ratones, el anticuerpo IgG4 también es el que se encuentra en menor proporción en suero sanguíneo en aproximadamente el 4% del total de los anticuerpos IgG en condiciones normales, sin embargo, una exposición crónica a un antígeno incrementa los niveles de IgG4 hasta llegar al 75% del total de anticuerpos IgG (Van de Veen & Akdis, 2016), por lo que convierte a los anticuerpos IgG4 en un buen biomarcador para diagnosticar una sensibilidad alimentaria.
Tratamientos
Dieta de eliminación. Consiste en una eliminación de los alimentos con niveles elevados de anticuerpos IgG4 para una posterior incorporación en la dieta, Zar y colaboradores (2005) realizaron un estudio en el que se formuló una dieta de eliminación basándose en los niveles elevados de IgG4, siendo la carne de res, cerdo, trigo y lácteos los alimentos que mostraron los títulos más elevados del anticuerpo IgG4; al finalizar los pacientes tuvieron mejoría de los síntomas que presentaban. Además, Geiselman (2019) en su review sobre el uso clínico de IgG para una prueba de sensibilidad alimentaria menciona varios estudios donde a los pacientes se les recomendó una dieta de eliminación obteniendo resultados positivos una vez terminado el estudio.
Prebióticos y probióticos. Se ha encontrado que estos son factores inmunomoduladores al favorecer el crecimiento de bacterias beneficiosas para promover el equilibrio de la microbiota intestinal con el fin de aliviar los síntomas ocasionados por la sensibilidad alimentaria (Karakuła-Juchnowicz et al., 2016).
Suplementos. El uso de suplementos alimenticios contribuye a tratar la sensibilidad alimentaria al también ser un factor inmunomodulador, existe una gran variedad de estos nutrientes, pero un ejemplo especifico es el aminoácido L-glutamina, el cual ha tenido efectos beneficiosos sobre los enterocitos intestinales (su función es llevar a cabo el proceso para incorporar los diversos nutrientes) y reducir la permeabilidad intestinal (Karakuła-Juchnowicz et al., 2016).
Conclusión
Diagnosticar una sensibilidad alimentaria toma tiempo y antes de llegar al diagnóstico correcto se determina el padecimiento de otras enfermedades con síntomas parecidos, sin embargo, el uso de los anticuerpos IgG4 como biomarcador y a través de un tratamiento adecuado es posible hacer un diagnóstico exacto más rápido y elegir la dieta de eliminación que se adapte a la situación de particular de cada uno.
Referencias
Arce-Hernández, W. (2020). Disbiosis intestinal: alteración de la relación mutualista entre microbiota y sistema inmune. Acta Académica, 67(Noviembre), 171-182.
Aydinlar, E. I., Dikmen, P. Y., Tiftikci, A., Saruc, M., Aksu, M., Gunsoy, H. G., & Tozun, N. (2012). IgG-Based Elimination Diet in Migraine Plus Irritable Bowel Syndrome. Headache: The Journal of Head and Face Pain, 53(3), 514–525.
Cáceres, O. (2019). Diferencias entre alergia, intolerancia y sensibilidad alimentaria. Recuperado de: https://www.shcmedical.es/diferencias-alergia-intolerancia-sensibilidad-alimentaria/
Geiselman, J. F. (2019). The clinical use of igg food sensitivity testing with migraine headache patients: a literature review. Current pain and headache reports, 23(11), 1-4.
Healing. (2019). Permeabilidad Intestinal – Leaky Gut Syndrome. Recuperado de: https://healing.cl/2016/08/04/permeabilidad-intestinal-leakygut/
Karakuła-Juchnowicz, H., Szachta, P., Opolska, A., Morylowska-Topolska, J., Gałęcka, M., Juchnowicz, D., Krukow, P., Lasik, Z. (2016). The role of IgG hypersensitivity in the pathogenesis and therapy of depressive disorders. Nutritional Neuroscience, 20(2), 110–118.
Salvo Romero, E., Alonso Cotoner, C., Pardo Camacho, C., Casado Bedmar, M., & Vicario, M. (2015). The intestinal barrier function and its involvement in digestive disease. Rev Esp Enferm Dig, 107(11), 686-96.
Sánchez, M. I. P., & Verdú, E. F. (2019). Controversias y desafíos en la sensibilidad al gluten/trigo no celíaca. Acta Gastroenterológica Latinoamericana, 49(2), 166-175.
Van de Veen, W., & Akdis, M. (2016). Role of IgG 4 in IgE-mediated allergic responses. Journal of Allergy and Clinical Immunology, 138(5), 1434–1435.
Zar, S., Mincher, L., Benson, M. J., & Kumar, D. (2005). Food-specific IgG4 antibody-guided exclusion diet improves symptoms and rectal compliance in irritable bowel syndrome. Scandinavian Journal of Gastroenterology, 40(7), 800–807.